miércoles, 12 de septiembre de 2007

Sombra (21-oct-05)


Vivía en plena ciudad. Ya había anochecido y Agatha había olvidado que en la tarde había leído afuera, olvidando su libro en la leñera. Sentía intensas ganas de leer y había tormenta, por lo que cogió la gran parka de su padre y se la puso. Era tan grande que comenzó por el gorro, luego introdujo sus brazos en la parka que colgaba de su cabeza, hizo un esfuerzo por lograr sacar sus manos fuera de las mangas y abrocharla.
Y así salió al patio. Prendió la luz de afuera. Mietras caían rayos comenzó a caminar. Por la luz encendida, veía los árboles iluminados en la parte inferior, y, por los rayos, a ratos en la parte superior. A medida que avanzaba se dio cuenta de que veía más árboles de lo normal, cada vez se hacían más espesos, y, de pronto, se encontraba en medio de un bosque.
Por fin divisó la leñera al final del sendero. En un suspiro, vio su sombra en el suelo, era la suya, terminaba en punta debido al gorro de la parka que llevaba puesta.
Cayó un rayo, su sombra se iluminó por un segundo y luego se distinguió nuevamente, pero esta vez miles de gusanitos salían de la sombra, llevándosela hasta que ya no quedó sombra. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Agatha, levantó la vista y se encontró con la puerta de la leñera -al fin-, la abrió y cogió rápidamente el libro, pensando que todo aquello había sido una alucinación. Dio media vuelta con una linterna que halló en la leñera firme en su mano, tiritó y una lágrima rodó por su rostro cuando se encontró de frente con el espeso bosque. Se preguntaba cómo podía ser posible, si ella vivía en plena cuidad, esto debía ser un sueño, una pesadilla.
Tiritando, con el libro aferrado a su pecho y en la mano derecha la linterna, caminó muy lentamente, ingresando al bosque. Sólo pensaba en entrar a su casa, cobijarse en ella, junto a su familia, no salir de ahí nunca más.
Caminaba a pasos cortos, todo lo que podía ver eran las siluetas de los árboles, uno tras otro, la luna brillando tanto y tan grande que encandilaba. Los rayos habían cesado.
De pronto, escuchó el aullido de un lobo muy cerca de ella, con lo que decidió echarse a correr. Corrió y corió sin cesar, hasta fatigarse. Ya habrían pasado unas tres horas desde que salió de su casa cuando finalmente la divisó. Se abalanzó sobre la puerta y la cerró tras ella tan rápido como pudo. En frente de ella, su padre, que se encontraba leyendo el periódico tal como estaba cuando ella salió, se dio vuelta y le preguntó:
- Pero Agatha, ¿qué te ha sucedido? Hace dos segundos cerraste la puerta por fuera. Diste media vuelta y te precipitaste hacia dentro.
- No me fastidies, papá. -Dijo ella- Es que no puedo creer que yo me haya desaparecido como tres horas y tú no hayas hecho nada por ver si yo estaba bien.
- ¡Te volviste loca! -Le contestó el padre- Si apenas alcancé a bajar la vista para leer el periódico luego de que saliste, y ya has vuelto a entrar.
- ¡Qué dices! Si por poco no llego viva. ¡Me han robado la sombra, papá! -Exclamó llorando- ¿Qué sigue? ¿Mañana ya la luz no se reflejará en mí, me haré invisible?
- No seas tonta, niña. No ves la sombra porque la luz artificialno te deja. Ya veo que no quieres ir a buscar tu libro. Mejor vete a la cama, que ya es tarde.
Recién entonces Agatha se dio cuenta de que el libro y la linterna ya no estaban en sus manos, y de que según el reloj de la pared no había pasado ni un minuto desde que salió. Se fue a dormir.
Pasado el tiempo, sólo ella parecía notar que no tenía sombra, sin embargo, la gente se sorprendía cuando Agatha les hablaba, era como si no fuesen capaces de notar por ellos mismos
su presencia...

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