martes, 24 de junio de 2008

Un muchacho que sueña bajo la lluvia

Decide caminar con los ojos cerrados, pero le aterra la posibilidad de que la lluvia lo pille desprevenido, por lo que usa un paraguas. Entonces, un pedazo de nube cae sobre él.

Por las noches, sueña con paredes altas que no puede cruzar, con habitaciones estrechas sin techo de las que no puede salir. Y en los mismos reiterados sueños cava un agujero, pues la única posible salida es haciendo un túnel. La montaña de tierra que va formando tras de sí es cada vez más alta, sin embargo el agujero no se hace más profundo.

El muchacho quiere dejar de soñar aquello, trata de encontrar una respuesta a esos sueños extraños, no consigue explicarse el vacío que siente en el interior de aquellas habitaciones, sus ansias de huir de ese lugar, pues ni su destino dentro de los sueños conoce. Reúne pistas y no encuentra ninguna persona para relatarle su problema. Se frustra el hombre. Asume que esos sueños ya forman parte de su vida.

Pasan los meses y siempre sueña la misma escena, cambian algunos matices, pero siempre está atrapado en las habitaciones de altos muros y la montaña de tierra se agranda. El muchacho ya está obsesionado, no hace otra cosa que pasar las imágenes de los sueños por su cabeza, desesperado, al no encontrar salida posible por primera vez piensa en la muerte, y esa misma noche sueña otra cosa: despierta sobresaltado y lo comprende todo por un segundo, se siente el hombre más estúpido por lo simple del asunto, si lo tuvo frente a sus narices todo el tiempo, cómo es que no pudo darse cuenta antes. Al segundo siguiente ya había olvidado aquel último sueño, y la sensación se fue, siendo reemplazada por una confusión terrible, le da mucha rabia, golpea todo lo que halla a su paso, siente que se vuelve medio loco. Entonces, decide continuar con su vida despierto, sin volver a dormir. Así no soñará nuevamente, ni con la eterna escena que lo deja en la incertidumbre ni con la respuesta que olvida fugazmente. Quema esa misma mañana los documentos que reunió en su investigación de los sueños, sus propias conclusiones que no lo llevaron a ningún lugar, todo. Comienza a caminar errante.

Lleva ya tres días luchando contra el sueño que amenaza con consumirlo. No ha comido nada hace un par de días, sólo ha ingerido todo tipo de bebidas con cafeína. Camina por una plaza, es de día, hipnotizado avanza con la vista fija en el suelo cuando se pone a llover y las gotas chocan en su frente. El joven se petrifica en el mismo instante, vuelve su vista hacia el cielo y las gotas golpean ahora con fuerza en toda su cara. Mil imágenes recorren su cabeza y él siente que poseen un gran sentido que está oculto, que debe hilarlas de alguna manera, y le impresiona que mientras se percata de todo esto nuevas gotas que también caen desde el cielo, de una nube, siguen golpeándole la cara con la misma fuerza. Ahora mira hacia el frente, un chorro de agua resbala por su nariz, haciéndole cosquillas. Se rasca y necesita sentarse para pensar en lo ocurrido. Le impacta tanto. Y la gente pasa junto a él sin inmutarse, ¡como si nada especial estuviera sucediendo! Al momento siguiente sigue con la mirada el curso de las gotas hacia el suelo, verifica cómo estas se precipitan contra la tierra y aquella las absorbe con suavidad, después de unos momentos y muchas gotas en el mismo trozo de tierra, se forma un pequeño charco. El muchacho estila y no se ha dado cuenta. Mira a las personas: una pareja pasa apurada con carpetas en las cabezas, un hombre pasa corriendo. “¡Ilusos!”, piensa. “Más allá, llueve tanto como acá, no se pueden escapar”. Luego de este pensamiento siente que se le revela la verdad de la vida, pues comprende desde ese instante que el agua cae del cielo a la tierra, que si una persona se encuentra en medio del camino, entonces recibe gotas de agua, que estas gotas lo mojan a uno, y, lo más sorprendente, ¡nada más sucede después de aquello! Suspira como nunca lo ha hecho en su vida.

Estando totalmente satisfecho con la revelación, se pone de pie y se dispone a marchar a su hogar cuando le cuesta parpadear y recuerda su dilema de los sueños, entendiendo que su respuesta no ha sido revelada. Se agita su corazón y cae de rodillas en la tierra. Se marea y no cae, como si hubiera soplado mucho. Entierra las uñas de sus maños en la tierra, como buscando cobijo. Cae vencido por las fuerzas del sueño.

Y, efectivamente, el joven vuelve a soñar. Está en medio de las habitaciones otra vez, pero esta vez se encuentra haciendo el agujero con la nariz. Sorprendido se detiene. Se observa a sí mismo y llega a la conclusión de que esta vez es un ave. Un ave. ¡Las aves vuelan! Como las habitaciones no tienen techo, empieza a agitar fervorosamente sus alas. “Vuela, vuela, vuela por favor, aunque jamás lo hayas hecho antes”. Corre, salta y aletea por todo el recinto. Escala la montaña de tierra, se lanza de la cumbre agitando las alas y cae estrepitosamente en el hoyo. Se mira sin comprender, para corroborar que es un ave, y observa detenidamente sus alas extendidas. Ahí está el problema: sus alas son de plástico, y, como es sabido, las alas de plástico no sirven para volar, sino para planear, cosa muy distinta. Con ese conocimiento vuelve a trepar la montaña y espera paciente a que lleguen vientos favorables. Cuando aparecen los vientos, el ave extiende sus alas y se deja elevar, y lentamente aprende a dominar el vuelo, hasta lograr cruzar la frontera de esas inmensas paredes. Cuando toca el suelo al exterior de las habitaciones, se da cuenta de que sus paredes forman edificios, y al momento entiende porqué nunca pudo agrandar el agujero: estaba en mitad de una calle, y un hombre común no posee suficiente fuerza como para agujerear el cemento. Observa a su alrededor y sólo encuentra paz, silencio, quietud y limpieza virgen. Despierta.

Ya es de noche, se pone de pie y camina a casa, con una duda dando vueltas en su cabeza: todavía no entiende cómo es que la montaña crece y crece. Una montaña que crece no es común en una ciudad, por lo que debe representar algo más, pero qué. El hoyo no conseguía agrandarse, pero con cada intento la montaña lo hacía. ¡Eureka! La montaña simboliza sus limitaciones, lo ahogado que se siente, pues le va quitando espacio a él mismo dentro de las habitaciones, las limitaciones no lo dejan vivir en paz, y cada vez son más. Y ahora que lo piensa es muy cierto: su vida se ve cada vez más controlada. Cuando logre vencer ese control podrá estar tranquilo.

Llega a casa y se cambia de ropa, pues está muy mojado y eso da frío. Nuevamente le sorprende que ni el estar mojado ni el tener frío lo destruyan misteriosamente. Es todo un mundo por explorar esto que sucede fuera de los paraguas.

Para hacer el ejercicio más fácil, anota en un papel una lista con todas las instancias en que se siente controlado. Cuando termina, entra en pánico, pues le echa una ojeada a la lista y se percata de que no existe lugar ni momento en el que no esté controlado por un sistema de cosas y circunstancias, hasta de personas. Tiene la lista apretadísima en su mano izquierda y tirita. Se sienta a pensar, no encuentra dónde ir para librarse del control.

Luego de una larga meditación, le queda escoger entre dos salidas: Lo deja todo y termina con su vida abruptamente o lo deja todo y dedica su vida a seguir y observar la lluvia






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martes, 17 de junio de 2008

Silencio

Contaban en el pasado una historia tan bella que hoy callan.
Cantaba alegre mientras las hojas caían.
Corría desenfrenadamente hacia lo inexplorado,
saltaba tan alto y caía tan bajo.
Respiraba tan profundo y exhalaba tormentas.
Se lo pasaba errando y se arrepentía muchas veces,
tanto lloraba como reía, sufría y disfrutaba.
Hoy, no. Ya es otro.
Los años jubilosos se han ido y del pasado no queda más que una manta sobre sus rodillas. Y los recuerdos.
No existe nadie que rescate sus aventuras.
Hoy es un anciano que descansa sentado junto al crepitar del fuego que se consume, tal como él.

Neblina

Un sentido que se difumina con el viento al pasar.
Todo cae y solo una cosa se mantiene viva.
Sólo algo vuelve a surgir siempre, como una semilla mágica.
Existe una cosa en el mundo capaz de sobrevivir a cualquier mal.

Todo se construye alrededor de un núcleo.
Las cosas están frágilmente aferradas y afiatadas,
las personas no comprenden, todo se complejiza
cuando una sola cosa vale.
Todo es reducible a la más grande inmensidad.

Una neblina que inunda el mundo,
que refresca cada mañana,
que despierta y ronronea,
que llena de vida el alma,
que llena de alma la vida.

Quiero llorar, quiero vivir en dos.
Ya se puede, toma mi mano.
La neblina desorienta, ¿sabes?
Es lo más dulce. Es lo único.
No tengo miedo.
No tengo miedo.

domingo, 8 de junio de 2008

Reconstrucción de una vida

Bendito amor de la vida inestable que me sacó de un hoyo seco para hundirme en otro en el que estoy ahogada de sentimientos que no puedo entregar, dejando a la vez un vacío tan grande y extraño que siente llenarse a veces con tu voz, a veces con tu silencio, a veces con nada bajo el recuerdo de tus besos.

Puede que deba avanzar sola, irme corriendo de acá y perderme sin compañía alguna, pretendiendo que no te conozco, que no sé que existes, que no te soñé.

Es lo que más me inquieta en este momento, pero en vez de pretender adivinar la salida, aguardaré tranquila a que los vientos corran, a que la tierra gire, a que los días pasen, a que las personas caminen.

Puedo dejar de creer en el destino. No, no puedo.

Y si pido un hombre, es porque lo conozco, porque calza perfecto.

Debo tener el alma enferma.

Tú quieres que te grite muy fuerte y yo no entiendo porqué.

Conviene que sepas que a mi procesador le falta velocidad.

El techo está tan alto que jamás llego a alcanzarlo.

Después diré “no me arrepiento, fue necesario”. Ay, dios. Pero qué soberbia me espera en el futuro.

Conozco tantos males y estoy encantada.

Es un salvajismo tierno, la manera más simple y más perfecta, teóricamente.

Ya no tengo más tiempo para jugar haciendo montoncitos de cenizas, tal vez me cansé.

Quizás demasiado iguales para ser capaces de caminar juntos.

Eres como la neblina de una madrugada helada: pierdo la orientación de las cosas, de mi vida, de tu vida, del mundo, todo deja de existir.

viernes, 6 de junio de 2008

Hoy por hoy

Un vacío circular llama a dar vueltas, a girar sin cesar. Las hilachas van saliendo y rozan las paredes, hacen cosquillas a las miradas curiosas. El papel se inclina como un tierno perrito que aún no levanta del todo sus orejas. Se prepara un cuadro magistral, no piensa en el futuro, sino en un presente extraño y paralelo a este, en el que estamos mareados, en el que nos contaminamos porque todo gira muy rápido y los bombardeos están en todas partes, y nos enajenamos. El sol ofrece un poco de brillantez y el público lo agradece un segundo, para haberlo olvidado ya al siguiente. Nada queda, todo fluye. Nada se atasca dentro, todo se convierte en suave por anchas paredes suaves también. El tónico del aliento lo guardas en el refrigerador, lo tragas cada mañana y bebes un poco de café para aguantar, para resistir, para insensibilizarlo todo. Las calles son ríos que llevan bombas de tiempo y los cementerios son colecciones de historias que han sido calladas y olvidadas, ejemplos que no han sido tomados, personas que se han esfumado. En el reino 11 todos esperamos a que el rey se duerma, a que baje la guardia, y salimos a celebrar que no nos está controlando: todo para volver a simular en cuanto salga el sol, y no dormir, no se puede desperdiciar momento alguno. Los cables que llevan la electricidad están pelados, y la luz se ha ido apagando paulatinamente, estación por estación, y los vivos hoy son muertos que caminan, y los borrachos bailan sobre un pie porque no ven más allá de su nariz: nada preocupa, nada apena, nada importa, nada es bueno ni malo, simplemente las cosas provocan. Las ideas también provocan. El tiempo pasa, el tiempo no importa, está guardado en un cajón, el tiempo es fugaz, el tiempo es siempre igual, ágil e inconveniente. Te recuerdo con dulzura, arrojando limones del árbol, lanzando cáscaras en la sala de artes, te recuerdo inyectando idealismo por doquier, ganas de vivir. Te recuerdo cantándole a la vida, te recuerdo siendo feliz, saltando y patinando. Te recuerdo bailando folclor, experimentando rituales y conociendo gente muy distinta. Te recuerdo. Ya no pertenezco a ti, no pertenezco a ningún lugar. Pero queda la tierra, a ella pertenezco; lo demás es invención humana. Yo soy humana, invento también cosas, cosas para sobrevivir, sensaciones, motivaciones, y busco respuestas, no caigo ante lo que he inventado. Todo es un gran cuento. Todos giran y nadie quiere retroceder, tantos protagonistas juntos colapsan el metro, y como no, si esta es la ciudad protagonista en la que vive gente protagonista. Nadie cede espacios. No es como en casa, donde el gran problema deriva de que todos los caminantes son pelados. Eso genera uniformidad, no protagonismo. Lo que me gusta de este día a día es encontrar personajes incidentales con historias peculiares. Cuatro veces por semana, cuatro cartas para jugar, cuatro vasos morados, cuatro vueltas al mundo y en cuatro segundos me enamoré.

Renuncia invalidada

El agüita calentita deja las ventanas vaporizadas. Hay un dulce olor a todo, los párpados pesan. El caleuche está perdido, se pasea por las calles llovidas, se ha alejado del mar, las palmeras lloran. Las paredes hoy se niegan a cambiar su forma, la luz se asoma por la cortina y juega conmigo. Yo, la palabra que más miedo me ha dado este tiempo. El puente colgante se estira y retumba. La pintura se corroe. El cielo está gris. Hoy amaneció después de mucho tiempo, es cierto, no se deja de sentir ese olor a tabaco que no engaña, que despeja, que no quema, que no fastidia, que no se consume, sino que alivia. Misioneros de la vida muy listos y llenos de energía están para gritar al mundo su verdad, la verdad del mundo: Es maravilloso, saben cómo salvarlo. Me ha drogado la atención, hace tiempo que dejé de estar. Ser, estar, parecer, existir. Distintos nombres para una misma vida. Una vida que juega, que infla y destruye, que camina, corre y se cae, se levanta, se arrastra, se hiere. Corre bajo la lluvia y golpea tus mejillas con el viento. Conozca un poco de su vida, señor.. Una mancha blanca viajó conmigo, una vez la escribí, no la recuerdo, tal vez era una pluma blanca en un prado verde, algo difuminado está en mí, y no tengo donde buscarlo, no importa ..Después me viene a buscar. Caminando bajo los rosales se pueden distinguir todas esas peculiares máscaras que se aferran a las cabezas de los transeúntes y los enceguecen y les tornan el ceño fruncido. Las venas se hinchan y los puños se agitan en el aire amenazantes, pero los ríos de agua no dejan de correr, y se lo llevan todo. El agua es demasiado solidaria, en empatía nadie le puede ganar, limpia a todos y se lleva la mugre sin reclamar, se lo queda todo. Las cicatrices deben ser tratadas en sueños. La vida no es como una película. Esta no, se equivocó. Beba infusiones. Dé la vuelta a esa esquina y vuelva a balancear tarros sobre su cabeza, tal vez así se aclaren sus ideas. Pero mijita, cómo se le ocurre oiga. El sueño formó una cruz y necesitó una almohada que quedó empapada. Los cabellos se tensan y ese ser vaga por el mundo en busca de una explicación, busca explicaciones que antes nunca necesitó para confiar. Comienza a odiar palabras. No es conveniente odiarlas cuando serán tu oficio. No odies palabras. No. Te quedas contemplando lo que menos te importa porque temes pensar, porque es más fácil no reflexionar y hacer estupideces que madurar un gramo. Y yo ya no te quiero acá, y lo lamento. Es fecundo el amor y fecunda la cantidad de automóviles también. Me impactan esas máquinas asesinas que pasan a toda velocidad, pero hoy vi que cada una de ellas es conducida desde su interior por una persona que maquina! Es frenético. Si las personas se movieran tal como si fueran en sus autos, pero si estos no se vieran ni escucharan, entonces podríamos analizar muy bien la psicología de los automovilistas. Asesinos-suicidas con el ceño fruncido al volante. Caramba qué calor concentrado. Te invito a un lugar a tomar un café, me caes bien, en ti confío, eres de esa clase de personas que desde siempre aumentan en mí la producción de confianza. Con un pantalón se repara otro pantalón, terminan siendo un mosaico y me pongo toda la ropa ya. Nunca pululaste por mi closet. Los alfileres de gancho desaparecieron. Desapareciste. Pues nada más hay. ¡Ordene su casa para ordenar su vida! Desastre en su vida y desastre en la vida de su casa, las cosas volaron por los aires. Es un experimento innecesario, del que se puede prescindir, uno más, uno que puede estar llegando a su fin. ¿Cuántas veces dije que era un experimento? Pues si agitas la toalla no caerá arena que transformará la vida en playa. No. Ahora hay un camino en lugar de playa. Nada más siéntate a escuchar argumentos por la vida, es lo que estás buscando. Pues bien. Las mieles están con los argumentos, nada más tienes que ir. Tienes que ir, puedes hacer cualquier cosa. Tienes tantas libertades que todo lo que queda es dormir, y tanto. Mientras más duermas menos tienes que vivir, menos tienes que pensar, que sentir de verdad. La vida es sueño. “Los sueños sueños son”. Duerme. No necesitas soñar, sentir, pensar, aclarar. Sólo descansar, como esperando a que alguien disponga de ti, como queriendo convertirte en un títere, en un fantoche más. Pero te voy a decir algo: es demasiado tarde ya.