miércoles, 14 de mayo de 2008

Ventana

La ventana se abrió para dejar entrar una voz que nunca llegará. Y qué puedo yo hacer, si estoy del otro lado. Tal vez no llega porque hay instalada una reja que no deja pasar a las personas que intentan usar instancias inapropiadas para ingresar a lo hogares. Y yo, ilusa, creyendo que las voces pueden cruzar barras de fierro y hacerse oír. Jamás pensé que la realidad fuera tal, que las voces del mundo callaran antes unas barras bien colocadas, que todos renunciaran cuando arriesgan algo de peso, jamás pensé que las palabras salidas de la boca y las escritas en papel perdieran tanto su peso real y su significado cuando el contexto gira ínfimamente.

Pero no es un tema menor la manera en que este mundo golpea para hacerse notar, para que uno esté consciente de la poca libertad de movimiento que posee, este mundo se encarga de que todos tengamos absolutamente claro que, aún siendo “independientes”, no podemos elegir nuestros pasos. Claro que podemos establecer metas, y hay quienes las cumplen, no son pocos. Estos seres han desarrollado la capacidad de adaptarse, son portadores de una versatilidad suficiente que les permite adecuarse a los requerimientos cada vez más extraños y embrollados que les va presentando el destino, el cual justifica demoníacamente los establecimientos de este mundo, imponiendo el escenario como lo más complejo, cegando a las personas que ya han establecido su modo de vivir la vida.

Así es la parte gris de este mundo, comúnmente llamado Santiago de Chile. Las ventanas se azotan con el viento de los camiones y los microbuses, los vidrios se quiebran y el recién llegado grita, se arranca los cabellos, se minimiza. Andar por estas calles es suicidarse un poco cada día, y no quiero perder la sensibilidad. Sé que cuando deje de ver a los automóviles como monstruos modernos me habré convertido en uno de ellos, a menor escala, sobre mi bicicleta. Por eso ya no uso mi bicicleta: usarla significa retarme a perderle el pánico a esta ciudad, y no sé si quiero volverme tan insensible.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo q stgo te hace sensible pq tiene un matiz, tal vez mas puntudo pero no se puede decir q en parte eso no lo creas tú. Entre 20.000 metros cuadrados de cemento verás 23.592.385 personas con sus gamas, un regalo q sólo la capital te puede dar.