lunes, 24 de marzo de 2008

Gotas de piel

Iba tranquilamente caminando por una calle cercana a su casa cuando se percató de que le caían gotas de piel por todo el cuerpo. Rosadas, semejantes en textura a la masa cruda, así como las gotas de piel suelen ser. Instantáneamente al reparar en su goteo detuvo su andar. Fue incapaz de detener la fuga, así que optó por recibir las gotas en un recipiente que encontró en su mochila, y así, sosteniéndolo como pudo, caminó hasta su casa. Apenas llegó, encendió la cocina a leña. Cuando el goteo al fin se detuvo comenzó a moldear su piel nuevamente, ya que así como estaba resultaba escalofriante. Cómo no, un chico pudoroso con todos los músculos a la vista. Alistó la masa y comenzó a cubrirse. Estaba fría. Se enteró entonces de que no podría cubrirse todo de una vez, ya que se desarmaba, así que comenzó por las extremidades. Una vez que cubrió sus brazos y los secó dentro del horno, los retiró y continuó con las piernas. Luego la cabeza y el cuello. Lo más complicado fue el tronco, ya que corría mucho riesgo de quemarse al introducirse al horno, pero como era un chico ingenioso, no entró en pánico y se detuvo a pensar un momento. Después de un rato y un suspiro, apagó la cocina y se dirigió afuera. Como era otoño, cuidó mucho que el viento no le volara algún músculo, pues amenazaba los pectorales. Encendió la parrilla -con leña para que su cuerpo no poseyera dos estilos distintos de escultura, no fuese a ser que su bronceado adoptara muy distintas tonalidades- y armó unas barandas sobre las cuales poder tenderse cuando el fuego estuviera listo. Primero se tendió de espalda, y una vez seco moldeó su tórax y su abdomen rápidamente, ya que la leña amenazaba con acabarse. Estaba absorto, sintiendo eso inexplicable que uno siente al estar todo cubierto de piel, cuando abrió los ojos espantado, saltó del fuego, miró su vientre, lo inspeccionó con sus dedos y gritó aterrado: ya estaba seco y había olvidado moldear su ombligo. Nunca volvió a ser el mismo.

No hay comentarios: